Abraza tus emociones

     dibujo realizado por Luis J. Tejada

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Abrazo mis emociones y las integro dentro de mí. Las acepto tal y como llegan a mi vida hoy. Las acojo tal y como me encuentro en este momento preciso de mi historia. No discrimino entre una y otra: si están bien o no lo están, si expresarlas o acallarlas. Están aquí, moviéndose a través de mi cuerpo y las siento con la intensidad con la que se presentan. Cada vez más las voy conociendo, identificando, y soy capaz de mirarlas de frente, sin asustarme. Me pertenecen. Son mías. Unir todas mis partes me hace sentir más completa y liberada. 

Saber gestionar nuestras emociones y considerarlas parte esencial del desarrollo de una conducta saludable, es fundamental.

La emoción es un impulso que tiene lugar en nuestro cuerpo y que nos conduce a la acción.

Si se frena el impulso que surge de manera natural se bloquea el flujo de energía que, al no poder discurrir libremente por nuestro organismo, queda atrapado dentro de él.

Contenerlo supone un gran esfuerzo, con un requerimiento de enormes cantidades de energía para mantenerlo bajo control.

A la larga, si se insiste en esta retención emocional sin que pueda seguir su curso hacia la expresión de un sentimiento, llegará a agotar a la propia persona que la retiene y terminará por ser somatizada en algún lugar de su propio cuerpo: en forma de dolor o enfermedad.

El cuerpo te habla y si no le escuchas, te grita.

Por eso, hay que buscar la ocasión para sentir y dejar fluir estas energías. Aflojar el cuerpo e ir aligerándolas poco a poco. Y eso solo lo podrás hacer si te atiendes a ti mismo. Si te escuchas. Si te tratas en serio. Si te haces caso.

 Es muy probable que en tu niñez expresar tus sentimientos o emociones se pudiese contemplar como un signo de debilidad. Nuestras generaciones anteriores, las de nuestros padres y abuelos, tuvieron una educación restrictiva y con importantes carencias afectivas. Para muchos de ellos contenerse y demostrar que se tenía todo bajo control, era vital. Y esa manera de mostrarse al mundo, con un escudo protector, fue la que aprendimos.

Ellos huían de su dolor. Nadie les enseñó a dar importancia a sus sentimientos. Eran otros tiempos y lo que prevalecía era cuidar su vida y la de los suyos, y salir adelante.

Como consecuencia de negar, huir o evitar sentir, uno se ve obligado a desarrollar una máscara para mostrar su mejor cara ante los demás, y colocarse una coraza para protegerse y poder resistir sin sentir, o sentir lo mínimo posible.

De algún modo, así se empezó a ser incoherente y a negarse uno a sí mismo. A no hacer caso de los propios sentimientos y no atender a sus emociones.

 Si nadie te enseñó a tratar tus heridas, tus enfados, tu pena o tu soledad. Ni te atendieron, ni te dedicaron el tiempo necesario a escucharte y consolarte como merecías, ya que ellos tampoco sabían hacerlo, ahora te resultará complicado relacionarte desde el corazón con otras personas pero, sobre todo, contigo mismo. Aun así, es un buen momento para que empieces a curar tu corazón sin buscar culpables ni sentirte una víctima, sino responsabilizándote del destino que ahora tienes por delante.

Se te presenta la oportunidad de abrazar todos los aspectos de tu ser, sin excluir. Es tiempo de unir los pedacitos rotos para volver a estar completos. Con cicatrices y marcas, pero completos.   

Que la luz y el amor, iluminen siempre tu camino. 💫💖

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